SEICAP ÁVILA 2013 - page 181

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medios. Inicialmente, de los propios médi-
cos que les diagnostican, quienes les debe-
rían informar de cómo reducir el riesgo de
nuevos episodios (evitación de alérgenos,
inmunoterapia, desensibilización); entre-
narlos en como reconocer y actuar ante un
nuevo episodio de anafilaxia; e instruirlos
en la utilización de la medicación de urgen-
cias (autoinyectores de adrenalina)
(11)
. Ac-
tividades como talleres de entrenamiento
pueden ser de gran valor, aunque requieren
actividades de recuerdo
(12)
, pero además se
debe tener en cuenta que ciertos grupos de
pacientes, como los adolescentes, pueden
requerir enfoques especiales
(13,14)
. Además,
cuentan con asociaciones de pacientes que
ayudan a comprender mejor la patología y
a obtener recursos para convivir mejor con
los problemas que comporta. Por último,
las empresas farmacéuticas también suelen
disponer de algunas herramientas (material
impreso, páginas web, aplicaciones para
teléfonos móviles) para ayudar a informar
a los pacientes. Para poder obtener el máxi-
mo rendimiento de todos estos esfuerzos,
es imprescindible que los profesionales sa-
nitarios, las sociedades científicas, la indus-
tria y las organizaciones de pacientes cola-
boren y obtengan las máximas sinergias de
todas sus acciones. El paciente “bien infor-
mado” facilita mucho el trabajo del médico,
mientras que aquel “desinformado” porque
ha navegado por la red sin ningún criterio,
suele ser muy problemático.
Finalmente, nos queda la población gene-
ral. Un colectivo que merece mención es-
pecial, son los cuidadores y maestros, ya
que en la población pediátrica, la mayoría
temente su conocimiento sobre alergia a
alimentos y anafilaxia es insuficiente
(9, 10)
. De
nuevo, es necesario que sean conscientes
de la necesidad de que todos sus pacientes
que hayan presentado reacciones anafilác-
ticas sean valorados, y en la mayoría de las
ocasiones, seguidos por el especialista. Por
ello, hemos de mantener unos canales de
comunicación fluidos, ofreciéndoles toda
la información que requieran sobre cada
paciente, e incluso posibilitando consultas
telefónicas o por correo electrónico. Deben
conocer los autoinyectores de adrenalina,
saber cómo funcionan y comprender que
son indispensables para estos pacientes;
esto evitará que se sustituyan por adrena-
lina inyectable en formatos no adecuados
prácticamente imposibles de utilizar por el
paciente durante una crisis.
Llegados a este punto, es necesario desta-
car la grave deficiencia que existe actual-
mente en la formación pregrado de la pa-
tología alérgica. Aunque existen algunas
excepciones, en la mayoría de Facultades
de Medicina, no se imparte una asignatura
completa y exhaustiva sobre alergia, sino
que algunos aspectos se tratan de forma
parcial en el contexto de otras asignaturas.
Obviamente, esto resulta en que los licen-
ciados desconocen en gran medida la pa-
tología alérgica. Incluso durante la forma-
ción especializada de especialidades como
Medicina de Familia o Pediatría, en muchas
Unidades Docentes no se contempla la ro-
tación por Alergología, cuando casi una
cuarta parte de la población es alérgica.
En tercer lugar, tenemos a los pacientes.
Estos reciben información por diversos
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